El sol y la luna pueden simbolizar a la perfección el carácter de estos dos paraísos; Ibiza y Cadaqués, que teniendo rasgos en común, discrepan inmensamente en la esencia.
Tras dejar Rosas, comienza una carreterita de curvas que serpentea de arriba para abajo las laderas de las colinas que discurren paralelas a las costa, tan abrupta que no permite despistes, termina premiando a los valerosos conductores con unas vistas al mar que quitan el hipo a cualquiera.
Cadaqués aparece ante los ojos como un pueblecito de casas blancas y de poca altura, con ese encanto que todavía persiste en los lugares no explotados, no descubiertos por las manos de inversores sedientos de dinero.
A orillas del agua descansan las embarcaciones que no han salido a pescar, el sol jugando con sus rayos se refleja entre los edificios albinos para terminar explotando su luz en el mar de piedras preciosas que ha creado. El ambiente es tranquilo, relajado. La gente pasea, se detiene, observa algún escaparate o simplemente meditan ante la belleza del Mediterráneo. Se respira una libertad impregnada de esencia daliana.
Turistas ingleses, franceses e italianos conviven en busca de la inspiración, o simplemente de inolvidables paseos y excursiones que se pueden realizar por los alrededores.
Desde lejos, destaca el edificio del casino, con ese encanto de la decadencia lisboeta, ahora convertido en bar restaurante. Por la noche, se convierte en punto de encuentro de los jóvenes y no tan jóvenes que suelen descansar sentados en los alfeizares de los grandes ventanales mientras sus manos sostienen jarras de cerveza, pinchos de aceitunas o directamente la guitarra española.
Recomendaciones:
- La puesta de sol en el garito que hay montado en el Cabo de Creus, con el ambiente más variado, y el chill out más parecido al Cafe del Mar.
- El mercadillo de antiguedades que montan en la plaza del pueblo, no tanto para comprar sino para observar las extravagancias que ofrecenComprarse un capacete de mimbre para hacer la compra en el supermercado o transportar la toalla para la playa.
- Imprescindible la visita a la casa de Dali.
- Un buen libro para después de comer, pues la tranquilidad está asegurada.
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La luna en este caso sería Ibiza, principalmente porque mucho del turismo que acude a esta isla durante los meses de verano, no pisa las playa. Acuden atraidos por otros factores como el sexo, la fiesta y el alcohol barato. Cosa que agradecemos el resto de las personas que apreciamos una bonita cala sin tener que pegarnos con el resto para colocar la toalla.
Ibiza todavía mantiene un halo de aquello que fué, y que describe Rafael Azcona en una entretenida novela que se llama Los Europeos. Precursora de una nueva mentalidad, esta isla bañada por el Mediterráneo, se convirtió en el destino preferido por los y las europeas que tomaban el sol en biquini y por los españoles que cansados del cerramiento psicológico que se vivía en España acudíamos en busca de nuevas experiencias, como los protagonistas del libro.
Hoy en día, Ibiza ha crecido mucho y es complicado encontrar rincones inexplorados. La tranquilidad depende del lugar que elijas para alojarte pues no es lo mismo Santa Eulalia, que San Antonio. Las calas ofrecen unas puestas de sol impresionantes, y los colores que refleja el agua son indescriptibles. Hay un torrente de vida en toda la isla, sea la hora que sea, y los dj´s mas afamados del mundo hacen cola para pinchar en Amnesia, Privilege, Pacha, Space durante el verano…
Recomendaciones:
- No te lleves tu propio coche si eres muy cuidadoso con el. Puedes alquilarlos allí por 30e/día.
- Mercadillo las Dalias (es un mercadillo hippy-caro). -
- Batidos de sandía, fresa y naranja en el Kumaras mientras te embobas con la puesta de sol. Ve pronto sino no encuentras sitio. -
- Merece la pena la Flower Power de Pacha, no son sólo rumores.
- Calas a piñon, pero ahí cada uno tiene que elegir sus favoritas…yo me quedo con Punta Galera.
Texto y fotos Pekimpac